Autor: Leyenda Andina.
Tiempo de lectura: 6 minutos.
Comenzamos la Leyenda:
Hace mucho tiempo, cuando el hombre recién aprendía a trabajar la tierra, este cultivaba su propio alimento y no producía más de lo que era capaz de comer.
Producía sus verduras y sus frutas, tenía sus animales, a quienes trataba con cariño.
El hombre disfrutaba de toda la naturaleza que el sol, la tierra, el agua y el aire podían darle.
Los animales silvestres vivían en verdes praderas y algunos descansaban a la sombra de floridos y pomposos árboles.
El dios Viracocha estaba contento con su creación y este se fue a reposar. Extraño mundo el de los dioses que, para ellos, un abrir y cerrar de ojos, significan para un hombre toda su vida, y hasta la de sus hijos y nietos.
Todo en los Andes parecía bueno, pero al no estar Viracocha presente, el sol aprovecho y se hizo notar. Pero qué tal forma de llamar la atención del señor Sol. Tan grande, brillante y resplandeciente. Calentó todos los Andes.
Tanto fue que ardió, que los campos se secaron, y los arboles ya solo se les veía el esqueleto. Los lagos y ríos se redujeron y junto con las nubes se evaporaron.
El pueblo Quechua sufrió de unas sequia como ninguna. Solo la planta de Qantu parecía resistir. Pues en una de ellas floreció una rosa que dio a luz a un colibrí.
Pequeño bribón, que agilidad y velocidad para batir sus alas. Este parecía que quería llegar cada vez más alto, subir a la cordillera más alta, el Huaytapallana. La cordillera miraba el horizonte cuando su nariz percibió un olor.
El pequeño colibrí llego donde Huaytapallana, y con su último aliento pidió por las tierras y personas donde vivía. Luego murió.
La cordillera entristeció derramando lagrimas por todos los andes, llegando hasta donde la gran serpiente Amaru dormía.
El gran dragón abrió sus ojos claros, levanto su cabeza de fuego, extendió sus enormes alas y emprendió el vuelo, su extenso cuerpo rodeaba toda la cordillera de los Andes y al estar tan arriba hacia sobra a todo el mundo.
Al estar ya en el aire, se pudo ver su cola de pez, y ver sus escamas, las cuales tenían tallados todos los secretos del mundo Andino.
Después de Siglos dormido, el Amaru surcaba el cielo azul, dejando la tierra temblando.
De su aliento salieron nubes y de su cola granizaba. Al batir las alas se vio caer una lluvia por semanas.
Siendo este, el fin de la sequía para el pueblo andino.
Y entonces el reflejo de las escamas de Amaru, el roció que quedaba de lluvia, y un sol ya retirado, dieron paso al más hermoso arcoíris jamás visto.
– FIN –
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