Autor: Fábula de Montaigne
Tiempo de lectura: 5 minutos.
Comenzamos con la Fábula del gato
La mujer y el gato
Aquella despejada noche comenzaba, las estrellas transpiraban a lado de una plateada luna que se asomaba. La mujer vio tal horizonte y sonrió.
Guardó en su interior aquella escena, junto un poco de agua caliente con una blanca leche y lo sirvió en un plato.
- Oh, gato, tu forma de ser es tan sagaz, encuentras paz en donde estes.
- Rrrrrr.
- Resulta que tú no hiciste ningún trato, como si lo hizo el perro con el hombre.
- Rrrrr. Meww.
- Yo no sé qué harán ellos al llegar a casa.
- “Me es indiferente”.
Con mirada sorprendida pero a la vez cautivada por su animal, este le siguió diciendo:
- En esta cueva no tengo un lugar si no muchos. Hay incluso fuego que calienta mis frías tardes.
- Pero no gozas del amor del hombre.
- Me resulta indiferente, mi blanca leche tibia es servida 3 veces al día.
- ¿No quieres cariño como el perro?
- No me importa lo que haga el karen hombre y el perro. Me es indiferente.
Una vez más confirmado el pacto el gato dejo de hablar para tomar aquella blanca leche que aún estaba tibia.
El trato del Gato
No es raro ver a algún felino andando por las calles tratando de esquivar a los hombres. Pues cada 3 de 5 hombres que pasa enfrente quiere pisarlo o tirarle alguna cosa para quitarlo de la vista.
No es mucho menos diferente con un perro, solo gustan de corretear a los mininos a puro gusto de incomodarlos.
Aquel micho descubrió en las alturas un páramo lejos del hombre, lejos de los ladridos del can.
No era muy digno del gato quitarse la carga de un hogar, y entonces hizo su propio trato:
- Ya que tú, ratón, asustas tanto a mi Karen y a todos los Karen de la casa, mi deber será restringir tu paso y darte caza si osas enfrentarme.
- El bebé Karen estará a mi cuidado si me trata bien y con delicadeza. Pero que indefensos seres.
Entre tarea y tarea, la marea es la primera en darse cuenta que ya ha pasado el tiempo justo, la luna se levanta sobre todas las luces.
EL gato recibe aquella luz en la profundidad de sus ojos y se aleja.
Todo sitio le es indiferente, la cima de los húmedos y salvajes techos soportan las pisadas de un plateado sueño.
Los húmedos y salvajes arboles brillan en su cima, donde el gato disfruta la vista y toma posada sin pensar en el tiempo.
Meneando una elegante cola, ondulada y pomposa cola, muestra cuanta vida ha de ser vivida sola.
– FIN –
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