Autor: Fábula Andina.
Tiempo de lectura: 6 minutos.
Comenzamos la Fábula:
Llegó, hace mucho tiempo, el gallo, con sus plumas brillantes y sus ojos saltones, cruzó el Oceano Atlántico y toda la tierra andina hasta el Pacifico. A este le encantaba ver la primera luz del sol y todas las mañanas sus padres le enseñaron a recibirlo a canticos: “Kikiriki, oh luz hermosa, kikiriki, oh aurora luminosa, kikiriki.
Muy temprano un día, aún estaba todo oscuro, el gallo se dispuso a hacer lo que siempre había hecho: cantarle al sol. En el momento que los rayos del alba matutina alumbraron el cielo, y sol resplandeció por encima de las montañas, el gallo comenzó: “kiki…”, “Pukuy pukuy pukuy, fulgor de claridad, pukuy pukuy pukuy cuanta felicidad”.
Pero, ¿Qué?, ¿Quién había osado interrumpir el canto del gallo?, o mejor dicho, aquel que canto antes que él ¿Quién lo autorizo a hacerlo? Muy ofuscado el gallo afilo el oído, y siguió el sonido del canto, casi corriendo. Cada vez más cerca, cruzo unos arbustos picoteando las ramas que no lo dejaban pasar. Allí contemplo a su vez, el sonido del canto y a quien oía cantarlo.
“Pukuy pukuy pukuy, destello matutino, pukuy pukuy pukuy lindo mundo andino”, era un Puku-Puku, pequeño él, no más grande que una paloma mensajera.
– Pero ¿quién te crees?, ¡Solo Yo puedo cantar al despertar!
– ¿y quién es Uds.? Yo he cantado aquí toda mi vida, y así mis padres, mis abuelos y mis más viejos ancestros.
– Ahora cantare yo, pues canto mejor y hasta las personas me quieren junto a ellas.
– No abuses de tu tamaño, que tras una acción viene una reacción.
El gallo, no comprendió el mensaje, pero bien que correteo al Puku-Puku por todo el campo hasta que le prometió no cantar más. Esto hizo más notorio la presencia del gallo, de su familia y sus amigos. Las personas vieron un bien tener cerca a estos animales.
Pero como es sabido, el corazón el hombre solo se reconoce a sí mismo como un ser libre. Enjaulo al gallo y su familia. Y los condeno a una vida atrapados.
Ahora el Puku-puku puede cantar libre en las montañas donde se quedó. Y el gallo cantara todas las mañanas en la casa a la cual pertenecen.
– FIN –
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